La reproducción puede definirse
como el proceso según el cual uno o dos organismos forman un nuevo individuo
asegurando, por un lado, la perpetuación y las características de la especie y
por otro, el aumento del número de individuos de la propia especie favoreciendo
así su capacidad colonizadora.
Las funciones vitales de los seres vivos, nutrición, relación y regulación tienen como finalidad el mantenimiento de la vida del individuo. La función de reproducción, en cambio, tiende a la conservación de la especie, no del individuo. Cualquier organismo, animal o vegetal, puede vivir sin órganos reproductores, pero si cesara la función reproductora de todos los miembros de una misma especie, ésta, estaría condenada a la extinción.
La reproducción confiere a la materia viva una de sus características más importantes: su continuidad, compensando así la desaparición de los individuos producida por enfermedad o por muerte.
Las funciones vitales de los seres vivos, nutrición, relación y regulación tienen como finalidad el mantenimiento de la vida del individuo. La función de reproducción, en cambio, tiende a la conservación de la especie, no del individuo. Cualquier organismo, animal o vegetal, puede vivir sin órganos reproductores, pero si cesara la función reproductora de todos los miembros de una misma especie, ésta, estaría condenada a la extinción.
La reproducción confiere a la materia viva una de sus características más importantes: su continuidad, compensando así la desaparición de los individuos producida por enfermedad o por muerte.
La reproducción se presenta bajo dos modalidades: asexual y sexual.
La Reproducción Sexual: Principios Generales
Los seres vivos que se reproducen sexualmente poseen dos tipos de células: las somáticas que forman la mayoría de los órganos del cuerpo, y las germinales, especializadas en la reproducción.
Este tipo de reproducción tiene lugar cuando dos células germinales, los gametos, procedentes de progenitores diferentes se unen mediante la fecundación para formar un nuevo individuo.
El hecho de que se tengan que encontrar células procedentes de individuos sexualmente distintos, así como la necesidad de desarrollo de la nueva célula resultante entraña dificultades; y en efecto, este modelo de reproducción es más lento y menos eficaz en cuanto a producción de descendencia que la reproducción asexual.
Sin embargo estos aparentes inconvenientes se ven compensados por la enorme ventaja que supone la fusión de los núcleos de los dos gametos, dando como resultado una nueva combinación de cromosomas en la descendencia, lo que representa un avance evolutivo, ya que tales combinaciones aumentan la posibilidad de adaptación de los individuos de una especie a las posibles variaciones del ambiente.
En la reproducción sexual pueden marcarse tres fases claramente definidas:
2) La fecundación tras la cual se forma el cigoto.
3) El desarrollo de dicho cigoto.
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